Laura no tenía claro qué era lo que fallaba en sus relaciones. Siempre era ella quien estaba disponible, quien se adaptaba, quien cuidaba. Pero cada vez que una relación terminaba (una amistad, una pareja, incluso un trabajo) se quedaba con una sensación de vacío y desgaste, como si hubiera invertido demasiado en algo que no volvió nunca en la misma medida.

En consulta, muchas personas cuentan historias como la suya, y cuando exploramos lo que hay debajo, lo que descubrimos no es debilidad… sino una necesidad profunda de ser vistas, queridas y elegidas sin tener que darlo todo a cambio.

Dar demasiado en las relaciones no siempre es generosidad

A primera vista, dar parece un acto noble, y lo es, cuando nace del deseo libre de compartir. Cuando damos para no ser abandonados, para que nos acepten, para evitar conflictos o porque sentimos que solo así merecemos amor… entonces ya no estamos dando desde un lugar sano, sino desde una vieja herida.

Muchas personas, como Laura, aprendieron muy pronto que su valor estaba en ser útiles, amables, tranquilas o disponibles. Si te resuena, es posible que en tu infancia:

  • No te sintieras vista si no hacías algo por los demás.
  • Ser independiente te evitaba problemas.
  • Aprendieses que si te quejabas, no eras atendida.
  • Cuidar a otros era una forma de sentirte necesaria.

En estos casos, el dar se convierte en una estrategia de supervivencia emocional. En un intento de garantizar conexión, pertenencia y afecto. Pero esa estrategia tiene un coste: poco a poco, uno se desconecta de sus propios límites y necesidades.

Las consecuencias de dar demasiado

Cuando una persona da más de lo que puede, una y otra vez, empieza a experimentar:

  • Cansancio emocional.
  • Rabia contenida o reproches internos.
  • Sensación de no ser valorada.
  • Culpa al intentar poner límites.
  • Miedo a ser egoísta si se prioriza.

En este bucle, la autoestima se va erosionando y la persona se convence de que, si no está dando, entonces no es suficiente.

¿Qué se trabaja en psicoterapia?

En un proceso terapéutico desde el enfoque humanista integrativo, ayudamos a:

  • Reconocer la historia personal que hay detrás de ese patrón relacional.
  • Validar la necesidad original de afecto, cuidado y pertenencia.
  • Aprender a dar sin vaciarse.
  • Recuperar el derecho a recibir y a ponerse en primer lugar sin culpa.
  • Establecer límites desde la autenticidad, no desde el miedo.

La terapia se convierte así en un espacio donde la persona puede por fin dejar de hacer tanto… para empezar a ser.

No es que des demasiado porque seas generosa. A veces das tanto porque temes que, si no lo haces, no te querrán. Y eso también merece ser escuchado.

En Centro de Psicoterapia Krabelin, en Pamplona, acompañamos procesos donde los cuidados mal equilibrados se transforman en relaciones más sanas, reales y sostenibles.

Si te has sentido reflejada/o en la historia de Laura, quizás tu cuerpo y tu corazón están pidiendo algo diferente.
Y no estás sola/o en eso.

Compartir:

Pedir cita