¿Te ha pasado que reaccionas con rabia, pero más tarde descubres que en realidad te sentías herida?
¿O que crees que estás triste, pero debajo hay miedo… o frustración? Hablemos de emociones.

Muchas veces, lo que sentimos en la superficie no es exactamente lo que de verdad nos está ocurriendo por dentro. Y esta confusión es más común de lo que parece.

Desde la psicología humanista integrativa, una de las claves para entendernos mejor es aprender a distinguir entre emociones primarias y emociones secundarias. Este conocimiento no solo alivia el malestar, sino que permite acercarnos con más compasión a nuestra experiencia interna.

¿Qué son las emociones primarias?

Las emociones primarias son aquellas que surgen de forma espontánea ante una situación concreta. Son universales y tienen una función adaptativa: nos ayudan a protegernos, comunicarnos y responder al entorno.

Alegra (alegría)

Siempre está saltando de entusiasmo. Irradia energía cálida, optimismo y contagia con su risa. Es quien anima al grupo cuando las cosas van mal.

Llovero (tristeza)

Su corazón es suave y profundo. Lento y reflexivo, Llovero ayuda a los demás a conectar con lo que sienten de verdad. Nunca juzga.

Bravix (ira)

Explosivo y directo, Bravix defiende lo justo y protege a sus amigos. Aunque se enfada fácilmente, su enojo siempre tiene una razón valiosa.

Sorprina (sorpresa)

Vive cada instante como si fuera el primero. Se maravilla con lo inesperado y tiene una imaginación inagotable.

Ñecki (asco)

Tiene un radar natural para detectar lo que no está bien. Ñecki expresa con claridad lo que le molesta o rechaza, siempre con un toque teatral.

Tembleque (miedo)

Tímido pero muy perceptivo. Aunque se asusta fácilmente, es el primero en alertar al grupo y pensar en soluciones cautelosas.

Estas emociones suelen ser intensas pero breves, y cuando pueden expresarse adecuadamente, cumplen su función y se disuelven con el tiempo.

¿Y las emociones secundarias?

Las emociones secundarias son más complejas. Suelen aparecer después de una emoción primaria, influenciadas por nuestra historia personal, nuestras creencias y la manera en que hemos aprendido a interpretar lo que sentimos.

Algunos ejemplos son: culpa, vergüenza, celos, resentimiento, ansiedad, frustración…

Estas emociones pueden confundirnos o incluso alejarnos de lo que realmente necesitamos. En muchas ocasiones, ocultan o distorsionan la emoción primaria original.

Por ejemplo, cuando alguien experimenta ansiedad ante una reunión social, puede relacionarlo con «nervios», mientras que esa agitación somática tiene de base y emoción primaria el miedo. Ocurre habitualmente con la expresión de la tristeza, que ante una necesidad de desahogo a través del llanto, hay personas que sienten vergüenza y la tristeza queda en un segundo plano sin ser atendida.

Cuando hablamos de confusión y distorsión de las emociones primarias, hablamos de que, por suerte, al tener un vocabulario tan amplio con el que expresarnos a nivel emocional, a veces nos cuesta llegar a la base que es donde vamos a encontrar la coherencia mente-cuerpo y la calma.

Es decir, no nacen directamente del hecho en sí, sino de lo que pensamos sobre lo que ocurrió, de lo que creemos que significa para nosotros, o de cómo nos sentimos por haber sentido algo.

Su origen está profundamente vinculado a: nuestra historia emocional (lo que vivimos y cómo se trató lo que sentimos), nuestros mandatos internos (“no debo enfadarme”, “debo estar bien”), nuestras creencias aprendidas (“sentir miedo es de débiles”, “si muestro tristeza, me rechazan”)y la cultura emocional de nuestra familia o entorno.

Y es que, cuando no entendemos lo que sentimos, puede pasar que:

  • Reaccionemos de forma desproporcionada
  • Quedemos atrapados en bucles emocionales
  • Nos juzguemos por “sentir mal”
  • Perdamos oportunidades de sanar

Cuando aprendemos a mirar más allá de la emoción aparente, nos damos permiso para sentir desde un lugar más auténtico y menos reactivo.

Este es uno de los grandes trabajos que hacemos en terapia: acompañar el proceso de descubrir qué emoción está realmente hablando… y cuál solo está protegiendo una parte vulnerable de nosotros.

¿Cómo se trabaja esto en psicoterapia?

En un proceso terapéutico con enfoque integrador, exploramos las emociones sin juicio, con curiosidad y compasión. Nombramos lo que hasta ahora se vivía como confuso o contradictorio para poder verlo. Observamos la historia emocional que da forma a nuestras reacciones y creamos un mapa desde nuestro guion de vida. Y, por supuesto, acompañamos a la persona a recuperar el contacto con lo que siente de verdad y ponerle nombre, para así, poder gestionar esa emoción en su totalidad y poder abrazarla y darle salida.

En Centro de Psicoterapia Krabelin en Pamplona, acompañamos procesos en los que el malestar emocional empieza a no tener sentido. Si sientes que no entiendes lo que te pasa, o que tus emociones te confunden más de lo que te ayudan, quizás es momento de empezar a escucharlas desde otro lugar.
Un lugar seguro, humano y sin etiquetas.

Sentir no es el problema. El problema es no saber qué estamos sintiendo en realidad. Aprender a diferenciar emociones primarias y secundarias puede cambiar tu forma de vivir(te).

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