Muchas personas llegan a terapia con una expectativa —a veces sutil, a veces desesperada— de “cambiar”. Cambiar sus pensamientos. Sus emociones. Sus comportamientos. Sus reacciones. Sin saber responder: ¿Sabes convivir con tus emociones?
Cuando el cambio no llega con rapidez o no se nota de forma evidente, aparece otra duda:
¿Estoy avanzando? ¿Estoy haciendo algo mal? ¿Por qué sigo sintiendo esto?
Pero desde una mirada humanista integrativa, es importante recordar algo esencial:
El cambio no siempre se nota por fuera, pero puede estar transformándolo todo por dentro.
Aprender a caminar con el miedo y convivir con tus emociones ya es, en sí mismo, un acto profundo de transformación.
No todos los cambios son espectaculares… pero todos importan
Socialmente, valoramos lo visible: dejar una relación tóxica, cambiar de trabajo, empezar algo nuevo, “lograr algo grande”.
Y sí, esos cambios son importantes.
Pero también lo son —y a veces mucho más— los pequeños movimientos internos que no tienen aplausos ni etiquetas:
- Sentarte contigo misma sin distraerte.
- Reconocer que te da miedo… y no huir.
- Dejar de juzgarte por sentir lo que sientes.
- Dormir mejor porque al fin dejaste de pelearte con tu ansiedad.
- Decir que no sin sentirte mala persona.
Estos cambios no siempre se ven, pero marcan un antes y un después en tu relación contigo.
Caminar con el miedo: una metáfora del proceso terapéutico
Tendemos a pensar que superar el miedo significa eliminarlo. Lo cierto es que en realidad, muchas veces el miedo no desaparece, solo se transforma en un compañero menos dominante.
Caminar con el miedo es:
- Dejar de luchar con él.
- Escuchar lo que intenta decirte.
- Reconocer de dónde viene.
- Y seguir avanzando, paso a paso, con él al lado… pero sin que decida por ti.
Este gesto —caminar aunque no sepas lo que viene, aunque no esté todo claro, aunque duela— es profundamente valiente y profundamente humano.
Convivir con tus emociones: dejar de ser tu propio campo de batalla
Una parte fundamental de cualquier proceso psicológico auténtico es aprender a convivir con tus emociones.
No para que desaparezcan, sino para que puedas habitarlas sin miedo ni rechazo. Porque lo que resistes, persiste. Y lo que miras con compasión, cambia de forma.
Cuando aprendes a darte permiso para sentir sin pelearte contigo, descubres que la tristeza puede volverse ternura. El enfado puede darte claridad. El miedo puede enseñarte tus límites. La culpa puede invitarte a repararte. Y la alegría puede dejar de ser sospechosa.
Las emociones dejan de ser “un problema” y se convierten en parte del camino.
Eres protagonista, aunque no siempre lo sientas
Parte de sanar es reconocer que tú estás caminando.
Que no eres espectadora de tu vida y que incluso cuando estás perdida, incluso cuando retrocedes, sigues siendo tú quien camina.
Este cambio de mirada es esencial:
Pasar de sentirte víctima de lo que te pasa, a reconocer que, con todas tus heridas, miedos y dudas, sigues avanzando.
Y eso tiene un valor inmenso.
Un valor que no siempre se ve… pero que transforma tu forma de estar en el mundo.
En Centro de Psicoterapia Krabelin te ofrezco un lugar donde no necesitas tener respuestas, ni estar bien todo el tiempo.
Un lugar para caminar con el miedo, con las dudas, con las emociones que no sabes nombrar aún, y hacerlo acompañada.
Porque a veces el cambio no se nota fuera…
Pero se siente dentro.
Y eso basta para empezar.
No se trata de dejar de tener miedo. Se trata de dejar de esconderte de ti.
Caminar con lo que sientes ya es un cambio. Y tú ya estás en el camino.